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Inteligencia emocional, ¿gestionas tus emociones?

Muchos, por no decir la gran mayoría de la sociedad, creemos ser personas adultas pero, ¿somos adultos emocionales? ¿o por el contrario, somos unos niños en cuerpos de adultos? La madurez emocional parte por saber gestionar las emociones y de ser conscientes de la emoción que nos invade en cada momento para asumir la responsabilidad de cómo estamos percibiendo lo que vemos.

El profesor Howard Gardner, uno de los 100 intelectuales más influyentes del mundo y premio Príncipe de Asturias, nos enseña que la inteligencia es un potencial biopsicológico. Todos poseemos una inteligencia cognitiva que difiere mucho del resto de inteligencias, la emocional, la social y la creativa.

«Son inteligencias que debemos desarrollar para evolucionar como adultos emocionales, ya que nos ayudan en aspectos tan necesarios como la generación de nuevas ideas y la capacidad de crear, la posibilidad de llegar a acuerdos, o lograr la confianza en uno mismo y en los demás», dice el profesor.

La investigaciones en neurociencia de los últimos 20 años, corroboran que no se puede educar la razón sin educar las emociones, ya que son dos aspectos que van unidos de la mano para afrontar las vicisitudes que nos presenta la vida personal y profesional de cada uno. Es lo que se conoce como inteligencia emocional.

«La niñez es el corazón de todas las edades» Lucian Blaga

Reprimimos las emociones

¿Qué me impide llorar delante de alguien, o expresar mi rabia y frustración hacia determinada situación? ¿Por qué hay momentos en los que se cierra mi garganta y no puedo comunicar lo que siento o de repente un nudo en el estómago me impide seguir comiendo?

Durante la niñez, nuestros padres o tutores nos dicen cómo tenemos que responder hacia determinados estímulos. Nos inculcan las creencias de lo que ellos consideran que está bien y está mal pero, ¿qué es bien y qué es mal? ¿qué es correcto o incorrecto? Desde pequeños se nos educa para orientarnos hacia los demás más que para estar en contacto con nosotros mismos.

Las creencias que nos inculcan forman parte de nuestro inconsciente individual, que como veis es un inconsciente sustentado por el inconsciente familiar y que a su vez, este inconsciente familiar es alimentado por el inconsciente social. La educación socio-cultural de la que nos hemos alimentado de pequeños nos ha conformado una serie de creencias que condicionan a día de hoy nuestros comportamientos.

Creencias del tipo «los hombres no lloran», es una creencia social, familiar e individual que provoca en el hombre una represión energética que acaba manifestándose de algún otro modo (comportamientos abusivos, violencia, síntomas físicos…), cuando lo que está reprimiendo es una necesidad no expresada. Por otro lado, las creencias sociales han posicionado a la mujer en segundo plano de prioridades, otorgándole la labor de cuidadora, es por eso que han aprendido a cuidar de los demás perfectamente, haciendo caso omiso a sus propias necesidades.

Inteligencia emocional

La Bioneuroemoción estudia las emociones y su relación con el cuerpo y la mente, por ello sabemos que  ante un estímulo estresante la primera reacción visceral va a ser mostrar una emoción que llamamos «secundaria» o «social», es decir, aquella emoción que «está permitido» expresar. Pero detrás de esa emoción subyace otra emoción, la «primaria» u «oculta», aquella que es originada por una necesidad no expresada.

Pongamos un ejemplo que se vea más claro. Si tu mujer te recrimina que llevas días trabajando mucho y que no estás en casa con los niños y con ella, está expresando una emoción social que es la rabia, pero detrás de esa rabia se esconde una emoción oculta, el miedo a estar sola o ser abandonada.

Socialmente se nos ha educado a desconectarnos del cuerpo, por ello que recurrimos a cualquier recurso externo (alcohol, drogas, comida, entretenimiento…) que nos ayude a inhibir esas emociones. Porque no sabemos identificar la emoción, y más difícil todavía, no sabemos identificar la necesidad que provoca esa emoción.

Ante un estímulo externo tendemos a culpabilizarnos a nosotros mismos o a culpabilizar a los demás pero, ¿nos hemos parado a identificar nuestros sentimientos y necesidades? y más aún, ¿podemos identificar los sentimientos y necesidades de la persona que tengo delante para comprenderla y verla desde el amor y la compasión?

«No hay mayor causa de llanto que no poder llorar» Séneca

Gestión emocional

La inteligencia emocional implica una gestión adecuada de las emociones que nos permita ser más creativos e innovadores, capaces de superar el miedo al fracaso y a la crítica social, así como capaces de generar la confianza en nosotros mismos que nos permita no depender de nada ni nadie para ser seres íntegros y completos, con todo nuestro potencial.

La gestión emocional parte de saber identificar las emociones en cada momento de nuestra vida. Rabia, miedo, asco, alegría y tristeza. Cuando algo externo a mi me provoca una alteración emocional, es natural dejar que esa emoción se exprese, de manera que, sin culpabilizar a nadie de mis emociones, sea consciente de la emoción que estoy sintiendo.

Una vez expresada esa emoción procede realizar un trabajo de autoindagación. Porque la mente racional, el ego, va a tratar de culpabilizarme o culpar a otras personas de mi estado emocional, va a tratar de inhibir la responsabilidad que nos corresponde como adultos emocionales.

La autoindagación comienza por observar la emoción que está invadiendo mi cuerpo, permitir expresarla con conciencia, es decir, sabiendo que es sólo una emoción, que una vez expresada, esa sensación desaparece del cuerpo. Una vez expresada la emoción, toca cuestionarse, ¿qué ha pasado para que yo me ponga de esta manera?

Pongamos un caso que experimenté el otro día. Estaba en la cocina y me dirigía a guardar el bote de garbanzos en la nevera cuando me di cuenta de que no cabía en ninguna bandeja, por lo que decidí guardarlos en la puerta de la nevera. Pero en la puerta de la nevera tampoco cabía porque estaba repleta de botellas de leche, tres para ser exactos, y las tres eran de mi compañero de piso, por lo que decidí sacar una que estaba sin abrir y meter allí mi bote de garbanzos. Al día siguiente me encuentro con mi compañero de piso en la cocina y lo veo muy sonriente (no entendía por qué me sonreía de esa manera). El caso es que le fui a comentar que había sacado una caja de leche suya de la nevera para guardar mis garbanzos y cuando abrí la nevera, su caja de leche estaba de nuevo en la puerta y mis garbanzos habían desaparecido.

-«¿Donde están mis garbanzos?»- le pregunté. -«Los he tirado, estaban malos»- me respondió sonriendo. Respuesta que era mentira porque los garbanzos estaban recién abiertos y él nunca toca mi comida.

Entonces empecé a sentir una fuerte sensación corporal, mi voz fue poco a poco subiendo de tono y empezó una fuerte discusión entre los dos. Yo replicaba «¿por qué tiras mi comida?» y él «que a mi no me chilles». ¿Te imaginas el percal? Ni pa un lado ni pa otro. Entonces tomé conciencia de cómo me estaba poniendo, pero no quería reprimirlo, había tirado mi comida y no por una razón coherente.

Inteligencia emocional

Abandoné la cocina tras tomar conciencia de que eso no tenía que ver con él, tenía que ver conmigo. Tenía que ver con el hecho de que tirase mi comida. Ya que en mi casa de pequeña me han educado a que la comida no se tira, supongo que esta educación que me dio mi madre vendría motivada por la carencia alimenticia que pasarían en su familia cuando ella era pequeña.

Si me pongo en el lugar de mi compañero, y teniendo en cuenta de que el inconsciente es irracional, puedo entender que para su inconsciente yo represento a su madre y por resonancias familiares haya reaccionado así. No sé que historias se traería con su madre, pero lo comprendo, aunque no justifico sus actos. De este modo que cada uno se gestione sus emociones, yo desde luego me llevo una sabia lección. La importancia de la comunicación en las relaciones interpersonales y mi sensibilidad por la comida, jeje 🙂

Para que veáis que heredamos las emociones y estreses que vivieron nuestros antepasados, como demuestra la epigenética conductual. Si en mi clan se ha pasado hambre o se ha sufrido estrés y miedo por la supervivencia de la familia, yo heredo esa predisposición a la falta alimenticia y para mi inconsciente es cuestión de supervivencia, ya que el inconsciente no diferencia entre real o simbólico, provocando en mi que se activen todos los mecanismos de supervivencia como pueden ser las emociones que conllevan movimiento.

La percepción

El psicólogo Albert Ellis propone con su Terapia Racional Emotivo Conductual, que PENSAMIENTOS, SENTIMIENTOS Y CONDUCTAS actúan de forma integrada en el individuo y que, nuestra perturbación emocional no depende tanto de los hechos acontecidos sino de cómo percibimos los hechos. Por ejemplo, hay unos hechos que evaluamos como malos, negativos, incorrectos (cognición), que provocan en mi tristeza, rabia…(sentimientos), por lo tanto hacemos algo al respecto como llorar o actuar de determinada manera (conducta).

«La personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos» Epícteto

La Teoría «A-B-C» de Ellis dice que existen unos acontecimientos «A» que puede ser una situación externa o un suceso interno (pensamiento, imagen, fantasía, conducta, emoción…). Este acontecimiento A es percibido por mi sistema cognitivo «B» (creencias, pensamientos, recuerdos, imágenes, supuestos, actitudes, normas, valores, filosofía de vida…), y provoca en mi unas consecuencias «C»(emociones, pensamientos o acciones).

Por lo tanto, mi sistema de creencias, valores, tabúes, prejuicios, … va a condicionar el modo de ver el acontecimiento. Ser capaz de cuestionar nuestras creencias y sistema de valores («B») nos puede permitir ver los sucesos («A») de otra manera para conseguir unas consecuencias más pacíficas y equilibradas («C»). Entender que las cosas no las podemos cambiar, pero si podemos decidir vivirlas de otra manera responsabilizándonos de nuestras necesidades inconscientes, nuestras emociones y nuestros sentimientos, eso es madurez emocional

Como dice Un Curso de Milagros: «La culpabilidad es un signo inequívoco de que tu pensamiento no es natural» Texto: Cap.5 – V, pág.93.

Inteligencia emocional

Bibliografía:

https://elpais.com/elpais/2013/11/18/opinion/1384787014_634340.html

Marshall B. Rosenberg, Ph.D. (2006) Comunicación no violenta. Un lenguaje de vida

Patricia Guijarro

Acompañante y mentora de mujeres que quieren mejorar su autoestima, salud y bienestar emocional. Inconformista y buscadora de la verdad, he descubierto el poder que tienen las emociones y los pensamientos en nuestra vida.

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