El rechazo hacia mi cuerpo, mi desvalorización cognitiva, la autoexigencia y necesidad de perfección por ser reconocida, me hacían vivir, inconscientemente, en lucha conmigo misma, desconectada de mi verdadera naturaleza como mujer.

El desequilibrio entre lo masculino y lo femenino me ha llevado a la enfermedad, a la insatisfacción conmigo misma y con los demás.

Todo eso cambió cuando me adrentré en mi misma, me alineé a mi destino y emprendí una práctica espiritual que me devuelve a mí una y otra vez para recordar lo que realmente Soy.